Tango, una danza iniciática.
El tango es una danza popular muy peculiar.
Entre sus principales características es una danza que se baila abrazado con tu compañero/a.
El solo hecho de permanecer abrazado requiere que estés muy pendiente del otro y que ambos se muevan de manera sincronizada, ya que si uno no colabora con el otro, no puede haber danza.
Otra característica es la improvisación. El tango no tiene reglas para bailarlo, podes empezar como querés, continuar como querés y terminar como querés. Incluso en la música se tiene la libertad de no depender de esta, si ser guiado e inspirado por esta y respetar su rítmica pero no necesariamente depender de esta.
El tango sin dudas es la danza de parejas por excelencia y la más fraterna y libre del mundo.
Es una danza donde la comunicación y la conexión son claves.
Por eso a diferencias de otras danzas, se dice que hay tango, cuando bailas desde las sensaciones que produce las emociones.
De alguna manera estas contando una historia cuando bailas, tu historia, la historia de ese momento.
Esto trabajado en la gestualidad permite a los bailarines trabajar la expresividad.
Esto es típico en el tango de escenario o de show, aunque puede ser usado por los bailarines del tango social, los/las milongueros/as.
Sin embargo cuando empezás aprender esta danza necesitas alguien que te introduzca en la misma, que te inicie. ¿Por qué? Porque justamente moverte abrazado a otro/a no es una tarea fácil para alguien que nunca lo hizo. Intentalo y verás que no es tarea fácil.
Desde que el tango nació los bailarines desarrollaron movimientos propios y técnicas, los “yeites” como se dice en la jerga porteña, que fueron trasmitiendo de generación a generación.
La Posta Generacional
Sin embargo no se trasmitía a cualquiera. Los bailarines de esa época seleccionaban a los candidatos porque ó tenían la pasta para aprender, porque eran del círculo social, (la familia, del barrio, del club, etc.) y esa selección significaba pertenecer a un grupo que estaba formado con una visión de la danza y que definía un estilo al bailar.
Por eso cada barrio tenía su propio estilo, y dentro de ese estilo estaba el estilo del bailarín que pese a ser propio lo delataba el barrio al que pertenecía cuando iba a bailar a las milongas de otros barrios.
Hasta los años 60 era común que existieran ciertos estilos barriales; “el estilo el centro”, de “la Paternal”, “zona Norte u orillero” (Conurbano bonaerense de la zona norte, Munro, Villa Adelina, Florida, etc), “zona Sur” (Avellaneda y sur de la ciudad), etc.
Quizás el estilo que se conservó y perduró hasta nuestro tiempo es el “estilo Villa Urquiza”, un estilo poco trascendente en los años 40 y 50 cuando el tango reinaba en la ciudad pero no por eso menos importante.
Mi viejo me contaba cómo se inició el en el tango: “cuando tenía 13 años mi hermano mayor me dijo: “vos tenés que aprender a bailar tango” y me llevó a las reuniones que hacían 2 veces por semana sus amigos, muchachos del barrio de todas las edades.
Empecé haciendo de mina durante mucho tiempo, hasta que uno de los muchachos (que era como el que más chapa tenía como bailarín) me autorizó a bailar de hombre. Casi un año después me permitieron ir a la milonga. Ya estaba listo. Era la garantía de que podía bailar bien y dejar bien parado a los muchachos”.
Esta manera de aprender tenía muchas ventajas. Primero aprendías el rol femenino, para lo cual lo primero que aprendías es como piensa y siente una mujer los movimientos. Cuando esto te era familiar aprendías el rol masculino con otros hombres lo cual tiene otra gran ventaja, mover a un hombre es más difícil que a una mujer, por la contextura física y la calidad de los movimientos.
La lógica es simple, si sabes bailar de mujer y podes conducir a un hombre, a la hora de bailar con una mujer, tus códigos o marcas iban a ser claros y precisos.
Así aprendían los hombres, y ¿cómo aprendían las chicas? Las chicas generalmente aprendían reuniéndose en la casa de alguna de ellas y practicaban ambos roles con misma lógica que lo hacían los varones.
Generalmente estaba la ayuda de algún hombre, un tío solterón o juerguista, aunque podía ser cualquier hombre de la familia, hermano por ejemplo, que les tiraba yeites y transmitía los criterios de la danza.
Era muy común que entre hermanos de distinto género practicaban en la casa. Así aprendió mi tía la hermana de mi viejo, única mujer entre 7 hermanos.
Mi viejo es de la generación del 30. Y esta forma de iniciación en la danza del tango era la natural escuela desde los inicios del tango.
Hasta esa época no existían profesores, ya que se aprendía de esta manera en el entorno donde estabas. Era una posta cultural que se trasmitía de generación a generación.
Los únicos profesores que existían eran los que tenían academias donde le enseñaban a gente aristocrática. Muchos de estos bailarines eran milongueros o profesores de otras danzas que aprendían el tango para ampliar su repertorio escolástico. Algunos eran franceses que enseñaban en Buenos Aires a la aristocracia, porque era “chic” tener un profesor de tango francés y paradójicamente en París muchos milongueros enseñaban en academias parisinas porque era chic para los aristócratas parisinos, un profesor argentino.
En los años 60 en adelante con la invasión del rock y las políticas antipopulares y represoras de las dictaduras, esta costumbres populares como otras, se fueron disipando aunque no perdiendo, aunque casi.
Desde los 90 hubo un resurgimiento por la danza del tango por parte de las nuevas generaciones, pero los bailarines que quedaban y que podían transmitir el tango de “generación a generación” eran personas mayores o muy mayores, pocos bailaban y entre esos pocos, algunos se dedicaron a enseñar, generalmente a pedido de la gente joven, como Petróleo, Lampazo, Portadela, Pepito Avellaneda, etc.
Eligiendo el / la profe de Tango
Hoy día, existen muchos profesores. Algunos excelentes bailarines que enseñan con gran pedagogía natural, otros sin esta y buenos profesores que no son grandes bailarines peor saben transmitir y sacarle punta a la danza de cada alumno/a.
Por eso es importante conocer el “pedriguee” del profesor, de donde viene, como aprendió y sobre todo como baila y como enseña.
La tendencia natural de la gente es elegir al profesor por como baila, es decir, que le gusta su estilo, ese “me gusta”, suele ser el principal eslabón de la iniciación de la danza del tango hoy día, aunque también es por recomendación de gente que está aprendiendo o por participar de espacios donde hay tango: clubes de barrio, milongas barriales, etc.
Personalmente pienso que de todos se aprende y que la maravilla del tango es que vos sos en artista y la obra. Con el tiempo desarrollarás tu propio estilo, tu calidad de movimientos que harán tu danza única e irrepetible.
Lo más importante cuando estas aprendiendo es escuchar a tu propio profesor interno “¿siento que estoy aprendiendo?”, “¿me voy cada clase con algo a mejorar?”, cuando bailo con chicas/os nuevos siento que fluye naturalmente y no pienso en lo que hago?”
Esta maravillosa danza nuestra es tan versátil y creativa que nunca se termina de aprender, por ello como en todo aprendizaje de cualquier cosa, hay que tener un sentido crítico y una gran curiosidad.
El Cachafaz, uno de los más grandes bailarines de todos los tiempos y que de alguna manera nos heredó la forma de bailar actual, era un tipo muy inquieto (de ahí el seudónimo del Cahafaz).
Este era una pibe pobre de barrio y para su época aprendía de todos lados donde podía; al ver a los malevos practicar en las esquinas, de imitar las quebradas de los candomberos, jugar con la música del organito e incluso de los profesores franceses que le enseñaban a las damas aristocráticas de la época a los que este se ofrecía de “partenaire” para las damas.
El Cachafaz de todo lo que aprendía lo masticaba y digería a su manera, por eso desarrolló su propio estilo personal que sumado a su pasión y talento natural lo convirtieron en un grande. Lo mismo se puede decir de la mayoría de los bailarines que trascendieron y trascienden.
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