Muñeca Brava

Tengo un amigo W., que después de 8 años de relación con una chica y una segunda reconciliación, de repente sin ningún motivo aparente, esta lo deja sin más, como a un par de zapatos viejos.

Y no solo eso, el fin de semana siguiente la moto de un gallo esta estacionada cada finde en la puerta de la casa de su ex, (aunque para las emociones de mi amigo sigue siendo “su” y no “ex”), a la misma hora que se juntaban cada sábado para cenar y posterior asalto a 15 rounds.

Lo que me apena es la actitud que esta tomando hacia las mujeres en general, como si las conociera a todas.

Por un lado lo comprendo ¿Qué hombre no sintió alguna vez las “ganas de balearse en un rincón”?. 

Esto es necesario para comprender, aunque sea un poquito, el incomprensible pero fascinante misterio que son las mujeres para los hombres.

“No las entiendo”, me repite como muletilla en cada frase mientras me cuenta con sabor a rencor como era su relación.

Eminencias de la talla de Sigmud Freud, dedicaron su vida a intentar comprender la psiquis femenina para concluir que no las pudieron comprender.

“No entiendo nada” vuelve a decir, variando la muletilla.

“No hay que comprenderlas – le digo -hay que aceptar las relaciones como un juego.
Es como la timba, a veces tenés buenas cartas y terminas perdiendo igual; y a veces estas por irte al mazo y terminas ganando inesperadamente.”

Fue lo que pude meter cuando me dio un silencio.

Y si “la suerte es loca como la boca de una mujer” reflexionaba mientras escuchaba como se “quemaba en una hoguera todo su querer”.

Que las mujeres sean un misterio hace que las relaciones sean algo fascinante, que al igual que la timba, todo puede suceder y en esa incertidumbre los químicos naturales como la adrenalina y las endorfinas crean tormentas de emociones que hacen que en definitiva te sientas vivo.

Por eso me preocupa mi amigo W., esta en una fase misógina de:  “son todas iguales”.
Es un tipo inteligente y espero que cuando se le pase la tormenta que tiene en su ser pueda ver las cosas sin la neblina del rencor.

Mientras le sugería mi visión para sus nuevas futuras relaciones:

“Es más sano para mi y para ellas preocuparme por lo que yo pienso y siento, ya que las mujeres no suelen ser congruentes con ellas mismas. Lo que dicen que quieren y les gusta, no es necesariamente a lo que responden con sus emociones y sus actos.”

Por ejemplo…” – (cuando le iba a contar de mi amigo veterano que junto a su mujer dedicaron su vida para que su niña, la luz de sus ojos, tuviera lo mejor, pero se les piantó de casa a las 20 años con un hippy motoquero al mejor estilo Keith Richards.

O de mi amiga, que su hombre ideal tenía que ser fachero, trabajador, honesto, etc. y se enamoró de un vago bastante chantún que es más feo que una tapia.

O cuando histeriquean porque tienen algún destacado atributo físico (como un buen culo o una lindas tetas, o ambas), y van sumando como en las máquinas tragamonedas;  “Bonus Extras” para su ego, por cada mirada, cada piropo, cada invitación, cada propuesta, cada insinuación…
Es como un video juego, van matando “muñequitos”, (o eso creen, jajaja), para luego “morir de amor” por un muñeco que no les da bola o las trata como un perro al que están adiestrando.) - me interrumpe con otra variante de su muletilla:

“ Son todas iguales”

Por suerte desde purrete la histeria me resultó nada atractiva, más bien estúpida.

Como dice un dicho japonés: “mujer sin gracia es como flor sin perfume”.

Y como la belleza esta en los ojos del que mira, yo encuentro hermosa a cualquier mujer que pueda tener una agradable conversación, que sonría con los ojos, se sorprenda, se emocione y que conserve cierto brillo adolescente en la mirada. Tenga cierto espiritu de aventura y la suficiente personalidad para que no le importe la opinión de los demás y haga lo que sienta y quiera.

Más allá de su físico, nunca dejará de ser mujer.

“Esta se puso buena y me dejó!” repite con el mismo encono una nueva frase.

Justo cuando le iba a sugerir que “nadie es de nadie” y que el verdadero amor es respetar la libertad del otro; “si te dejo te hizo un favor, ¿para que querés a una mina que no te quiere?”

“Teníamos los mejores polvos!, por eso no entiendo” sentenciaba mientras tenía la ligera sospecha de que no me estaba escuchando.

Le sugerí que conociera otras chicas pero sin esa actitud misógina.

“Están todas locas”, mientras me cuenta una caravana de ejemplos de su vida amorosa donde el resultado es siempre el mismo: “la hiel de la traición.”

Me quedé con la mirada como Kung Fu, cuando recuerda la sabiduría del maestro Po.
La diferencia, es que mi recuerdo en vez de remontarse al templo Shaolin, se remonta a las charlas de café con los amigos mayores, cuando yo era un pendex.

“Vos tenés que saber con las que vale la pena tomar un café y con las que ni vale la pena decirles hola”, sentenciaba un gomina veterano, mientras sonaba de la radio del bar, entre el olor a pucho y humedad, la voz de Alberto Castillo:


“Era mi pebeta una flor maleva

más linda que un día dorado de sol.

Trenzas renegridas, mirada que ruega,

boca palpitante de fuego y amor. “


“Para conquistarla yo me jugué entero,

no valía la pena sin ella vivir,

peleando con taitas en un entrevero
pensé que era lindo por ella morir.”

“Si las tratas bien sos un boludo si las tratas mal sos un machista: No hay P…que les venga bien”, pincho mi evocación como un globo.

Era inútil, yo intentaba hacerle ver razón a alguien que esta dominado por la emoción del encono.

“¿Vamos para la milonga?” – le sugerí y agarró viaje sin mucha insistencia de mi parte.

Al acercarnos a la entrada nos recibe Milonga Sentimental:

“Es fácil pegar un tajo pa' cobrar una traición,
o jugar en una daga la suerte de una pasión.

Pero no es fácil cortarse los tientos de un metejón,
Cuando están bien amarrados al palo del corazón.”

“¿Un López tinto?” Me sugirió mi amigo con un tono de voz más relajado.

Me sentí aliviado, estoy seguro que cuando la hoguera de la desilusión haga cenizas su querer, el pibe va a volver a apostar.

Como cantaba el Troesma:


“pero si algún pingo llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero, que le voy a hacer.”

Guillermo Brizuela

Mi escuela de Tango, cuentos tangueriles



Guillermo Brizuela
Instructor de Tango / Taxi Dancer Services

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